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Los vinos con tapa de rosca ¿son buenos o malos? Parte 1

Foto del escritor: Sandro GiulimondiSandro Giulimondi

Este es el primero de dos reportajes sobre el cierre de las botellas de vino.

Son muchos los mitos que circulan en torno al vino: los tintos, blancos, rosados y espumantes no escapan a las falsas creencias que son consideradas verdades absolutas entre algunos consumidores.


Pasa muy a menudo que, al momento de elegir una botella en una góndola de una tienda de vinos, descartamos todas aquellas botellas que presentan tapas de rosca y seleccionamos solo los vinos con corchos… aunque estos sean sintéticos.


Cuando estamos en un restaurante y pedimos una botella de vino, si cuando llega a la mesa tiene tapa de rosca, mostramos cierta decepción y automáticamente tenemos la percepción que se trata de un vino de baja calidad… y a veces pedimos hasta que la cambien.


La principal razón por la que se cuestiona tanto la tapa de rosca es más bien por un sentimentalismo y tradición del consumidor por el corcho.


¿Por qué son importantes los cierres de botellas de vino? En realidad, la utilidad del corcho o la tapa rosca es principalmente cumplir con la función de cierre de la botella y de paso permitir que el vino contenido en esta, pueda evolucionar con en el tiempo debido a su contacto con el oxígeno del envase. Este último proceso puede obviarse si no queremos que el vino añaje.


El corcho ha sido el cierre principal para las botellas de vino desde el siglo XVII, pero las botellas de vino con tapón de rosca se volvieron populares en el siglo XXI (su uso comenzó alrededor de los años 1990).


El corcho es una sustancia que procede de la corteza del alcornoque, quercus suber, que es un tipo de roble y se encuentra en la zona del Mediterráneo occidental en Portugal, España, Cerdeña (Italia) y el norte de África. La mayor parte del corcho para tapones de botellas que se usan en el mundo, proviene de Portugal (casi el 75%), donde es una exportación principal y un componente clave de la economía del país.


Se extrae, sin dañar al árbol (la 'saca del corcho'), ya que el tejido vegetal que reviste el tronco se regenera poco a poco, de adentro hacia fuera. Los corcheros o 'peladores' cortan con un hacha y retiran las planchas cada 10 a 15 años de los árboles adultos (de más de 50 años para los tapones de mejor calidad) y así hasta los 150-200 años que es la vida media de un alcornoque.


El corcho es un material poroso, con una larga vida y con unas cualidades que permiten que el vino evolucione durante el proceso de envejecimiento, al mismo tiempo que se conserva. Para que el corcho cumpla su función, el vino debe mojar el corcho, ya que el sellado es más efectivo, dejando paso a un volumen de aire muy pequeño pero que le permite 'respirar' como si de un ser vivo se tratara.


La botella debe guardarse de forma horizontal, lo suficientemente como para que el vino moje el corcho, pero no tanto como para que los sedimentos que puedan quedar del vino no clarificado, se depositen en el cuello de la botella y acaben en la primera copa que sirvamos.


El corcho ha cumplido admirablemente su propósito durante varios siglos. Pero los corchos son imperfectos y falibles. Pueden desmoronarse, romperse o gotear, y en algunos casos pueden crear un problema, contaminarlo e impartir sabores y aromas desagradables.


Se estima que un 5% de los corchos naturales vienen, digamos, “defectuosos” y puede producir los famosos TCA (tricloroanisol). Se trata de un compuesto que se forma cuando un agente blanqueador de cloro utilizado en la fabricación de corchos reacciona con el moho ya presente en el corcho. La frecuencia de la presencia de TCA en los tapones de corcho en los últimos años puede atribuirse muy probablemente al aumento del volumen de vino vendido y al descenso de la calidad del corcho para satisfacer la demanda. Esta mayor frecuencia ha provocado que algunos enólogos busquen otras soluciones de tapones.


El famoso “olor a corcho” se trata de un defecto que una vez que invade al vino, no es posible eliminarlo, y es motivo de rechazo del producto por parte del consumidor. Las sensaciones que transmite son desagradables, distorsionando nuestra capacidad de detectar los perfumes del vino, percibiendo solo olor a moho, papel mojado, humedad, corcho, y como dicen algunos “olor a perro mojado o sudor de caballo''. El TCA es un defecto que no hace distinciones y podemos encontrar botellas carísimas con este problema… ¡todo está en el corcho!


Es por esto que muchas compañías han recurrido a otro tipo de corcho que son hechos por una aglomeración de aserrín y pegamentos, otros que son totalmente sintéticos y que vienen con diferente porosidad y hasta totalmente herméticos (¡que al fin tienen la misma función de la tapa de rosca...pero más económicos que el corcho!).


En fin, que si bien el corcho tiene una función para evolucionar unos vinos particulares, en la mayoría de los casos, el vino que toma el consumidor común muy bien puede taparse con un cierre de rosca sin que se afecte la calidad del producto.


¡Salud!

 




Sandro Giulimondi

Sommelier

Wine Division Director

Mendez & Co.






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